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La caída del consumo en los últimos años ha provocado que las empresas y entidades que generan contenidos se vean obligadas a reducir sus plantillas y prescindir de muchos profesionales para ahorrar costes. Sin embargo, la producción editorial en nuestro país no se ha resentido y se sigue publicando en unos números sorprendentes. Gran cantidad de libros, manuales y obras siguen viendo la luz, pero en muchas ocasiones sin un control editorial riguroso o una revisión mínima de calidad, debido a los recortes efectuados de dichos profesionales.

Este contexto, se une a la revolución tecnológica y digital, que ha disparado un ingente aluvión de formas y vías de edición. Se trata de un fenómeno que acarrea grandes ventajas para todo aquel que quiera editar su propio trabajo: existen múltiples plataformas para publicar de forma rápida, sencilla y económica (gratuita en muchos casos), pero esto va en detrimento del valor de nuestro lenguaje escrito, ya que, la posibilidad de editar de un modo asequible y efectivo o incluso de autoeditarse, no garantiza la calidad sino que, desencadena la irrupción de mucho material irregular, sin una corrección editorial óptima y adecuada o directamente sin una revisión o control de los textos. Circulan infinidad de libros mal editados que presentan numerosas erratas e incluso dificultades para su lectura/legibilidad. El usuario tiene en su mano una opción muy valuable y golosa para ver publicada su obra, pero contraproducente para el mundo editorial y nociva para la integridad de la palabra escrita.

Por otro lado, hay que hacer hincapié en la importancia que pueden llegar a tener los aspectos formales de la edición y su repercusión en la imagen de una empresa o institución. Una organización que genera contenido, del tipo que sea (papel o digital), siempre estará expuesta por ese contenido de cara al público que lo consume o lo puede consumir. Su imagen o posicionamiento queda sujeto en todo momento a la impresión, revisión y valoración por parte de los usuarios. Por esta razón, el contenido no debe tratarse de una manera displicente o frívola, sino todo lo contrario. Debería ser una prioridad para cualquier organización, ya que, su imagen de marca y por consiguiente su aceptación, pueden resentirse con el tiempo. Por ello la importancia de dedicar recursos a editar y revisar contenidos (por ejemplo un díptico o un dossier) con unos textos excelentemente redactados y corregidos, y con un diseño interesante y llamativo. Si se cuidan estos aspectos en la empresa, seguro el mensaje calará mejor en los clientes y usuarios.

Mayor es el problema, por la rapidez en la propagación, de los contenidos de la empresa en internet (web, mailings, etc…). Toda empresa que use internet y sus herramientas como plataforma de marketing e imagen, debería contar en su equipo con buenos redactores y gestores de contenidos online, y éstos, deberían ser profesionales capacitados, tales como filólogos o técnicos editoriales reconvertidos como gestores de contenidos web.

La edición es una profesión compleja que requiere de unos profesionales cualificados involucrados en todo el proyecto de publicación de obra. Si no queremos que la calidad editorial se vaya deteriorando, y con ello, afecte a nuestra marca, tenemos que ser responsables con todo aquello que publicamos. Por ello, siempre  recomiendo contar con la asistencia de profesionales y expertos.

Mané Sánchez
Licenciado en Humanidades
Gestor cultural, experto en marketing, contenidos y relaciones externas
http://www.manesanchez.com/